martes, 18 de mayo de 2010

Cazador de Sombras

CAZADOR DE SOMBRAS

El calor de la tarde hacía acto de presencia en el Retiro. A cada poco, mi cuerpo pedía que lo hidratara mientras esperaba junto a la estatua del Ángel Caído.

La gente pasaba a mi lado intentando encontrar un banco a la sombra, siendo el mío, el único que había por allí cerca. Afortunadamente, nadie se sentaba a junto a mi (demasiado calor para pegar dos cuerpos sudorosos…) aunque si lo pidiera, nadie podría negármelo.

Es lo que tenemos los ángeles, nadie cree en nosotros pero si uno de nosotros habla a un humano, este hará todo lo que le pida… Estos humanos… ¡Es irónico! Niegan nuestra existencia pero sin embargo, cuando les pedimos algo, están en las palmas de nuestras manos…

Sin embargo, de todos los lugares del mundo y de toda la casta celestial, me había tocado a mí, aquel que porta la espada de fuego, aquel que destaca entre la corte de Arcángeles y Serafines…

Yo, Gabriel, había sido enviado nada más y nada menos que a un punto desconocido del mundo…un punto insignificante para mí… Nada más y nada menos que a Madrid a “Vigilar que todo fuera bien”.

Lo único “extraño” que había pasado desde que llegué, fue que se produjo (al menos intentaron) Un exorcismo a una niña pequeña por pensar que Lucifer había entrado en su cuerpo joven.

Estos humanos cada vez me parecen más idiotas y animales… Satanás está demasiado ocupado como para dedicarse a poseer a la gente. Se creen que porque lo hiciera una vez (y el que dice una dice dos o tres…) ya lo hace cada dos por tres.

Suspiré y me centré de nuevo en mi “trabajo”. Para mi no sorpresa, allí estaba totalmente solo. Era lógico dado que, a las cuatro de la tarde en plenos mes de Julio, ninguna persona en su sano juicio estaría por allí paseando.

Sin embargo, me equivoqué en un pequeño detalle. Si había allí gente y se me había quedado mirando.

No sé porqué, pero me daba muy mala espina. Quizás fuera su forma de vestir, su gesto torvo, su mirada inyectada en sangre o quizás (aunque solo quizás y no estoy muy seguro) ese par de alas negras que ningún humano normal tiene (y por mucho que diga ese tal Marylin Manson que tiene es mentira) y esa cola negra y escamosa que sale de donde la espalda pierde su nombre.

Esa “persona” (si es que se le puede llamar así, aunque no lo creo) o cosa o lo que demonios fuera (y nunca mejor dicho) desapareció de golpe dejando un leve tufillo a azufre (vale, lo reconozco, quizás nuestro amigo Luci vuelva a hacer de las suyas…).

Tras verlo desaparecer, me incorporé despacio, sonreí ampliamente y tras darme cuenta del porqué en aquella ciudad alejada de la mano de Dios (que espero me perdone) chasqueé los dedos para hacer aparecer en mi mano diestra (la buena) una bonita y resplandeciente espada de fuego que me acompañaría durante esta entretenida la caza.

Al fin se había mostrado la presa y el cazador (o sea, yo) estaba dispuesto a hacer mi trabajo como es debido y de esta manera, comenzó la caza por ver quién de los dos era capaz de aguantar más este entretenido juego.

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