miércoles, 22 de julio de 2009

Una estrella del cielo

Una estrella del cielo


Nos conocíamos desde que éramos pequeños. Estrella y yo habíamos crecido juntos, jugado juntos y enamorado juntos por primera vez.
Habíamos sido el confidente el uno del otro sin tapujos y sin secretos… éramos mucho más que amigos…nos habíamos convertido tras todo este tiempo junto en algo parecido a hermanos.
Siempre que nos sentíamos mal por algún problema, recurríamos el uno al otro.
Nuestra relación siempre fue de amigos íntimos aunque nunca llegamos a más puesto que pensábamos que el otro no sentía lo mismo.
Así pues fueron pasando los años hasta que ambos cumplimos los veinte y decidimos hacer una fiesta conjunta en la playa con todos nuestros amigos.
He de reconocer que, cuando vi a Estrella aquella noche, me quedé sin palabras. Realmente estaba preciosa y brillaba con luz propia.
La fiesta comenzó con normalidad, la gente bebía, bailaba, hablaba… es decir, se divertían pero había una persona más alejada que no lo hacía.
Desde donde yo me encontraba apenas diferenciaba de quién se trataba por lo tanto me dirigí al lugar donde se encontraba esa sombra con una copa para cada uno.
Según me fui acercando, me di cuenta que se trataba de una muchacha sentada sobre una piedra cerca de la orilla del mar. El pelo le caía sobre los hombros y mantenía oculta la cabeza entre sus brazos, los cuales abrazaban sus piernas impidiéndome ver el rostro de ella.
Su silueta me resultaba familiar pero no lograba reconocerla.
La luna dejó que sus rayos cayeran justo en el instante en el que la muchacha alzaba la cabeza.
Era Estrella y cuando giró la cabeza me fijé en sus ojos hinchados y rojos. Sin pensarlo solté las bebidas, corrí a su lado abrazándola con fuerza.
Ella, al sentirme a su lado se abrazó a mi con fuerza empezando a llorar de nuevo confesándome que su novio la había dejado por otra, teniéndola engañada durante cinco meses enteros.
Un nudo se me atenazó en la garganta impidiéndome respirar con normalidad al verla sufrir de ese modo.
Me comentó que estaba harta de sufrir engaños y que únicamente yo merecía la pena en su vida.
Sin dejar de abrazarla desvié la mirada sonrojado pero al volverla de nuevo hacia ella me di cuenta que me estaba mirando fijamente.
Alzó su mano hacia mi mejilla acariciándola despacio, atrayéndome hacia ella, besándome con suavidad mientras me decía que yo era lo único que merecía la pena, que estaba harta de mentiras y que ya era hora que yo supiese que sentía por mi.
Tras ese beso decidí confesarle que yo también sentía lo mismo por ella.
Se quedó mirándome fijamente, temblándole de nuevo el labio inferior. Se abrazó con fuerza mientras se echaba a llorar de nuevo.
Intenté serenarla como buenamente pude y cuando por fin se calmo empezamos a besarnos de nuevo son suavidad y esta vez nos dejamos llevar por nuestros sentimientos, sin ponerles ya freno.
Cuando por fin caímos rendidos en la arena de la playa, nos abrazamos el uno al otro con suavidad, quedándonos dormidos al instante.
Desperté al poco y al no ver a Estrella a mi lado me asusté, pensando que había sido un delirio, un sueño imposible de realizar.
La busqué por toda la playa viendo a alguno de mis compañeros con sus parejas.
Llegué al espigón de la playa, casi desesperado al no verla, pero aún mantenía las esperanzas de encontrarla.
Subí a lo alto y una sonrisa iluminó mi rostro puesto que allí estaba ella, tan brillante y resplandeciente como una estrella del inmenso firmamento. Su silueta se recortaba en la luna llena que tras ella brillaba con toda su fuerza. Se giró hacia mí sonriendo, dejando ver la pureza de su corazón. Entonces, comprendí que había estado esperándome durante todo ese tiempo y que ahora, después de tanto tiempo, había llegado el momento de reunirme con ella.